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Intervención de Su Eminencia el Cardenal Farrell

 

El Día Mundial de los Abuelos y Ancianos es una celebración. De eso sentimos la necesidad; después de un año tan difícil, hay una necesidad real de fiesta, abuelos y nietos, jóvenes y mayores. "Era necesario celebrar", dice el Padre en la parábola. Se abre una nueva página, después de meses dramáticos de dificultades. Pero la Iglesia nos invita a dar un paso más y nos habla de ternura. Ternura hacia las personas mayores porque, como nos recuerda el Santo Padre en el mensaje que hoy les presentamos, el Coronavirus "les ha reservado un tratamiento más severo". Por eso el Papa espera la visita de un ángel que baje a consolarlos en su soledad, e imagina que este ángel puede tener la apariencia de un joven que visita a un anciano.

Por otro lado, la Jornada también nos habla de la ternura de los abuelos hacia sus nietos, la guía segura que los mayores pueden ser para tantos niños perdidos, sobre todo en una época como la que vivimos, donde las relaciones humanas se han vuelto escasas.

La ternura no es solo un sentimiento privado, que calma las heridas, sino una forma de estar en relación con los demás, que también debe respirarse en el espacio público. Nos hemos acostumbrado a vivir solos, de no besarnos, a considerar al otro como un peligro para nuestra salud. Nuestras sociedades, nos dice el Papa en Fratelli tutti, están ahora fragmentadas.

La ternura puede convertirse en una forma de ser, que nace del corazón, de una mirada de compasión, y se traduce en pensamientos y acciones imbuidos de auténtica caridad. El cristianismo se compone de vínculos emocionales, abrazos, encuentros, y la soledad no es normal para un creyente, si su existencia se centra en su relación con Dios. "Estoy con ustedes todos los días" - el tema del Día que vamos a celebrar - es la promesa que cada uno de nosotros ha recibido del Señor y que cada uno de nosotros está llamado a repetir a sus hermanos y hermanas.

Por lo tanto, la ternura tiene un valor social, que la celebración del Día pretende afirmar. Es un bálsamo que todos necesitamos y nuestros abuelos pueden ser los proveedores de él. En la frágil y endurecida sociedad que ha surgido de la pandemia, no solo hay una necesidad de vacunas y recuperación económica (aunque fundamental), sino también una necesidad de volver a aprender el arte de las relaciones. En esto, los abuelos y los ancianos pueden ser nuestros maestros. Por eso también son tan importantes.

El mensaje que hoy presentamos es a la vez cariñoso y exigente con los abuelos y los mayores. El Santo Padre se dirige a ellos con palabras cariñosas, pero también anuncia una llamada a "una vocación renovada en un momento crucial de la historia". Tres elementos caracterizan esta llamada: "sueños, memoria y oración. La cercanía del Señor - dice el Papa - dará la fuerza para emprender un nuevo camino, incluso a los más frágiles entre nosotros, en los caminos del sueño, la memoria y la oración". Sin embargo, lo que parece más relevante no es tanto la forma en que se declina esta vocación, sino el hecho de que sean considerados como destinatarios de una convocatoria concreta.

En la Iglesia, con el Papa Francisco, los abuelos y los ancianos tienen un lugar de honor y el Día que celebramos pretende reafirmarlo. En cuanto a la atención pastoral, se invita a cada una de nuestras comunidades a no considerar a los ancianos como clientes de nuestros servicios sociales, sino a considerarlos como protagonistas de nuestros programas y a valorar su espiritualidad. Poner a los abuelos y a las personas mayores en el centro, acogiendo el valor de su presencia es la única alternativa real a la cultura de los desechos. Lo opuesto a esto último no son sólo las obras de caridad (por muy necesarias que sean), sino la atención pastoral, en la conciencia del valor que representan para las familias, la Iglesia y la sociedad.

Ahora me gustaría centrarme en un tema querido por el Santo Padre: la sabiduría de los ancianos. La insistencia en la sabiduría no se deriva de la idea de que las personas mayores están dotadas de mayor sabiduría que otras, sino más bien de la sabiduría experimental, la sabiduría de muchos años de vida.

Las personas mayores son, en esta perspectiva, un gran recurso para salir de la crisis, para bien y no para mal. Sobre todo, nos ayudan a entender que la crisis que estamos viviendo no es la primera, ni la última, y que la historia de la humanidad forma parte de una historia que la trasciende. En su mensaje, el Papa le dice a cada anciano que "es necesario que ustedes también testifiquen que es posible salir renovado de una experiencia de desgracia" y cita, como ejemplo, la experiencia de la guerra, que tantas personas han vivido.

No despreciar a la generación mayor significa no ser aplastado por el presente. Los obstáculos a los que nos enfrentamos hoy en día, que parecen insuperables, toman las proporciones adecuadas si los vemos desde una perspectiva a largo plazo. Es en este sentido que la experiencia de las personas mayores puede ayudar a los jóvenes: ayudarles a leer sus propias vidas de una manera más desprendida y realista, con la precaución necesaria para tomar buenas decisiones. ¿Cuántas veces un abuelo ha ayudado a un nieto a entender que una decepción aparentemente grande era un nuevo camino que el Señor estaba trazando para él?

Del mismo modo, ¿no debería la conciencia de que la Iglesia nació de la experiencia de generaciones de cristianos, que nos precedieron y se nutrieron de su fe, llevarnos a entender que las crisis que estamos experimentando son sólo etapas en el viaje de un pueblo en la historia? El Papa Francisco dedicó algunos pasajes importantes de Fratelli tutti precisamente a la necesidad de no perder la conciencia histórica, valorando a los abuelos, que son la voz y la presencia de esta conciencia.

Espero que el Día Mundial de los Abuelos y ancianos nos ayude a aumentar nuestro afecto por nuestros abuelos y descubrirlos como maestros de la ternura, guardianes de nuestras raíces y proveedores de sabiduría. Por nuestra parte, toda la Iglesia repite a cada abuelo y a cada persona mayor: "estaremos con ustedes todos los días", hasta el fin de los tiempos.