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República Dominicana en tiempos de pandemia

 

Al igual que en muchos países del mundo, la República Dominicana se ha visto afectada por la COVID 19, tocando no solo la salud, sino también la vida social y espiritual de muchas personas

En sus inicios en marzo del 2020, el miedo, la angustia, la incertidumbre, se apoderaron de la nación, precisamente se acercaba la Semana Santa, tal parecía que nos uníamos a la pasión de Cristo, haciendo más dolorosa la pérdida de personas queridas.

En la actualidad, la pandemia del coronavirus sigue causando estragos en el país. Las descripciones de la situación que hace el personal médico en clínicas y hospitales son de carácter dantesco: alta ocupación hospitalaria, cientos con respiración asistida en cuidados intensivos sufriendo mucho, médicos exhaustos por las tantas horas de trabajo, hasta el punto de estar colapsados psicológica y emocionalmente, porque no es fácil ver tanta gente morir o tener que quitar el ventilador a quienes ya no tiene ninguna esperanza de vivir para ponérselo a otra persona, quien se ve con más probabilidad de sobrevivir al virus.   

Es un virus que se ha hecho exponencial o altamente contagioso, especialmente en el gran Santo Domingo. Es un virus inteligente porque cambia o muta constantemente. Ya en nuestro país circulan cuatro nuevas cepas, altamente contagiosas todas.

Sigue siendo un imperativo de tipo categórico la implementación del protocolo para detener la pandemia del coronavirus, el uso de la mascarilla, la higienización de las manos y el distanciamiento social. Y una mayor concienciación de toda la población. Pues, ante la situación del momento presente es preocupante el comportamiento de algunos ciudadanos que se resisten a vacunarse argumentando razones de tipo arcaico. Y es preocupante también que grupos de jóvenes desaprensivos, que en violación fragante del toque de queda, se dediquen en turba, al consumo de bebidas alcohólicas, a las fiestas y hasta al consumo de drogas, complicando todavía mucho más la situación crítica que vivimos como nación.     

Frente a todo esto, nuestros grupos de Vida Ascendente, han sido afectados, no físicamente, sino emocionalmente. Añoran los encuentros semanales, participación en la Eucaristía diaria, los encuentros festivos, formativos y paseos que se realizaban en verano y fin de año. Muchos no se ven desde el pasado año, pues, han tenido que ir a vivir con los hijos, dejando sus casas y todo lo que formaba parte de su diario vivir. Los más jóvenes, que aun trabajaban, fueron suspendidos de sus trabajos, sin ningún tipo de remuneración.

Como estrategia para recuperar la esperanza de volvernos a encontrar, se utilizan las redes sociales para las reuniones, compartir la Palabra de Dios, rezar el rosario, diálogos personalizados, acompañar a la familia.

A pesar de todo, se mantiene vivo el sentido de amistad y fraternidad. El deseo de vivir y aprender cosas nuevas, como es el uso de la tecnología, puede considerarse como algo positivo de este tiempo de dolor.

Esta pandemia nos ha golpeado en todos los sentidos, pero nuestra esperanza de volver a vivir con ilusión, ayudando a otras personas, nos mantiene vivos. Creemos que Dios sigue muy presente en nuestras vidas y la Virgen de la Altagracia nos acompaña en nuestro caminar.

 

Hermana Lucía de Vida Ascendente Santo Domingo