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El arte de trasmitir en la relación intergeneracional

 

A comienzos del año 2020, el tema de las relaciones intergeneracionales fue abordado repetidamente en el Congreso sobre el apostolado de las personas mayores de Roma y posteriormente en el congreso sobre el apostolado seglar de Madrid.

Este año, en el día del padre, mi hija Lucía me dedicó un libro con un bello poema de Santa Teresa de Calcuta sobre la trasmisión de los valores entre generaciones, que reza así:

 

Ensañarás a volar,

Pero no volarán tu vuelo;

Enseñarás a soñar,

Pero no soñarán tu sueño;

Enseñarás a vivir,

Pero no vivirán tu vida;

Sin embrago, en cada vuelo,

En cada sueño, en cada vida

Permanecerá siempre

La vuelta del camino enseñado

 

Este poema me impresionó por la libertad expresada en el acto de la trasmisión. Cuando mencioné este poema en la reunión mensual del Comité Internacional de Vida Ascendente, el consiliario francés, Monseñor François Maupu, sacó a colación un libro que me ayudó a comprender la esencia del acto de trasmitir. Este libro, de Nathalie Sarthou-Lajus, lo encontré traducido al español en la editorial Narcea.

En este libro, Nathalie me ha hecho comprender la diferencia profunda que existe entre los actos de formar y de trasmitir, diferencia de la que no era consciente. Formamos a las personas enseñando ciencia, arte, teología y filosofía, con ello educamos a las generaciones venideras en los conocimientos sobre ciencia, fe y humanidades.

Sin embargo, el acto de trasmitir consiste en trasmitir, dentro de la vida familiar, una manera de vivir en libertad basada en la vida cotidiana, la manera de cocinar el contar historias, etc. En una casa donde hay libros, se lee, si hay discos se oye música, se heredan las recetas familiares. Se fomenta el gusto por lo esencial de la vida cotidiana y la capacidad de asombro y entusiasmo que nos ayudarán a elegir a lo largo de nuestra vida.

La trasmisión es libertad. Con imposición no hay trasmisión. Impregnado el libro por un sentido profundo de la libertad en la trasmisión, dedica en contraposición un capítulo a la violencia de no trasmitir. Esta ausencia de trasmisión produce generaciones jóvenes desarraigadas de las referencias de su núcleo familiar, proclives a la violencia. Fenómeno del que somos testigos y que tan difícil nos es de explicar.

Nada mejor que las palabras textuales de Nathalie para entender la diferencia entre educación y trasmisión:

Trasmitir y educar son dos actos que no se confunden, sino que se superponen …

Educar viene del latín ‘e-ducere’, que significa «conducir fuera» para salir del estado de ignorancia y dependencia de la infancia.

Trasmitir es inscribir al ser humano en la cadena de generaciones y hacerle ver que él es uno entre otros. La trasmisión indica que nosotros no somos nuestro propio origen; recibimos una herencia y los que nos la trasmiten, la han recibido de generaciones anteriores …

El acto de trasmitir es siempre un proceso aleatorio. Se escapa y supera nuestra voluntad … Una obra puede ser tan diversa y contradictoria como lo diferente que puede ser un niño de sus padres y hermanos o hermanas. «Es como si una gallina hubiera puesto un huevo de pato»”

Siguiendo el texto, conviene abordar lo que implica la ausencia de la trasmisión:

“El sentido de la trasmisión es como un acto de humanización que quiere instituir una filiación, poner límites, atribuir un lugar a cada uno, distinguir la muerte de la vida. Cuando este esfuerzo de humanización es el objeto de una deficiencia o, peor aún, de un rechazo, las sociedades se deshacen en la violencia.

Muchos jóvenes se radicalizan porque se encuentran en la situación patética de desheredados, sufriendo un vacío de significado. Aterrorizados por este vacío que llevan en su interior, se convierten en presa fácil para el adoctrinamiento y se someten a maestros o gurús que los descargan de la responsabilidad de dar sentido a sus vidas”

Este libro me ha devuelto a la infancia, al sentimiento de pérdida con la muerte de mis padres. Un encuentro intergeneracional dentro de mí mismo. Me hizo consciente de la semilla indestructible de felicidad que supone el haber vivido una infancia feliz en la que hubo trasmisión.

 

Jaime Tamarit

Vice Presidente VAI