Medio ambiente: El Papa destaca tres lecciones del Protocolo de Montreal
Diálogo, visión global, ecología integral
Diálogo, visión global, ecología integral: estas son las lecciones que el Papa Francisco extrae del Protocolo de Montreal sobre la protección de la capa de ozono, en un mensaje dirigido a los participantes en la XXXI reunión de las partes, el 7 de noviembre de 2019.
El Papa elogia "un modelo de cooperación internacional no sólo en el campo de la protección del medio ambiente, sino también en la promoción del desarrollo humano integral".
Destaca "tres lecciones" aprendidas desde la apertura del tratado (1985) firmado hasta la fecha por 197 Estados. Primera lección: cooperación "fructífera" entre los mundos científico, político, económico e industrial... "en un espíritu de solidaridad responsable." Para hacer frente al actual desafío "cultural", se requiere un diálogo "honesto" "realmente capaz de escuchar las diferentes necesidades" sin prejuicios y sin que nadie "absolutista su punto de vista", dice.
La segunda lección es que este desafío no se puede resolver viendo la "única solución a los problemas" en la tecnología, que es "normalmente incapaz de ver el misterio de las múltiples relaciones que existen entre las cosas". Llamando a una "visión más amplia", el Papa cita la enmienda de Kigali sobre las sustancias que afectan al calentamiento global, pidiendo su aprobación "universal" y anunciando la intención de la Santa Sede de adherirse a ella.
Por último, la tercera lección: la protección de la casa común, escribe, debe ser una "ecología integral", es decir, "anclada en la comprensión de que "todo está conectado". Esta visión, que tiene en cuenta el desarrollo integral de "todos los miembros de la familia humana, cercanos o distantes en el espacio o en el tiempo", debe ser moldeada en centros educativos y culturales, en lugares de formación, y "donde se toman decisiones responsables."
"La continua aceleración de los cambios de la humanidad y del planeta", concluye el Papa, "junto con la intensificación de los ritmos de vida y trabajo, debe hacernos preguntarnos constantemente si los objetivos de este progreso son realmente hacia el bien común y hacia el desarrollo humano, sostenible e integral, o si deterioran el mundo y la calidad de vida de una gran parte de la humanidad, ahora y en el futuro. »
Fuente: ZENIT 08 NOVEMBER 2019