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Comenzando el año 2021, preocupados por el rebrote de la pandemia.

 

Este tiempo tan diferente sirvió para mantener nuestro entusiasmo a pesar de no poder participar de las reuniones habituales y encuentros, sirvió también para dar mejor sentido a lo que hacemos, superando la mera repetición de lo de siempre.

Saber que estamos entre amigos del Movimiento nos reconforta, y si bien dejamos las visitas y las reuniones, la espiritualidad siempre está, lo demostramos poniéndonos en movimiento ante cada necesidad que aparece. Cada uno según sus posibilidades hace un llamado o se hace presente en los momentos difíciles, porque esas ayudas tienen mucho valor. Una mano puede ayudar a levantarse y una sonrisa puede ser tan valiosa como la vacuna que nos prometen.

Me preguntan qué sentido le encuentro a la vejez, haber llegado a ser de los mayores, con toda la riqueza de los años, como dice el papa Francisco, experimentando también la vulnerabilidad de nuestra condición humana.  Creo que no hemos vivido en vano, hemos gastado nuestro hombre exterior en la familia y el trabajo, pero paso a paso vimos crecer y purificarse nuestro hombre interior, conducidos por el Dios discreto y cercano que se toma todo el tiempo, el tiempo que tardamos en comprenderlo y dejarlo hacer.

Todo esto que nos pasó y que vuelve a pasar, apunta a un cambio de época. Pedimos que el Señor libere al mundo de este mal, pero también le pedimos que nos permita descubrir lo que debemos cambiar nosotros.  Que podamos lograr el amor verdadero despojado de egoísmo, de ambición de tener, a veces a costa del sufrimiento de otros hermanos. Que el amor en el trato con la tierra respetando el medio ambiente, sea reflejo del respeto a todos por igual.  No habrá cambio de época si seguimos igual.

Los jóvenes tienen toda la fuerza, pero requieren de nosotros que les mostremos lo que nos enseñó la vida, esa riqueza de los años que se acumuló en nosotros como en una biblioteca.  El sentido de nuestra vejez está en saber volcar en ellos las experiencias de nuestra vida, así no comenzarán de cero repitiendo errores, tomarán la posta, la antorcha encendida.

La espiritualidad que debemos contagiar desde el Movimiento nos servirá para dar mejor sentido a lo que hacemos, para renovar nuestro entusiasmo apostando a la esperanza de un cambio para mejor. Mañana dirán de nosotros que fuimos los que vivimos antes de la pandemia.  Los del tiempo aquel que podíamos visitarnos y hacer reuniones, pero que aún no habíamos comprendido lo que se venía, una nueva época.  

Nuestro Movimiento también tendrá que convertirse para servir a una nueva realidad, lo que hemos aprendido, la riqueza de los años, tendremos que ajustarlo a los nuevos tiempos, a una sociedad con otros valores, y a una Iglesia definitivamente pobre, como la del Evangelio.  Fuimos pioneros con Vida Ascendente cuando la humanidad comenzó a hablar del envejecimiento de la población, de esa nueva etapa donde los mayores vivían cada vez más años y no se sentían ancianos.  Si somos lúcidos puede ser que hoy nos toque ser pioneros entre los que comienzan a transitar esta nueva época de la humanidad. 

 

Padre Oswaldo Montferrand.

Vida Ascendente Argentina